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lunes, 21 de diciembre de 2015

Hay maestros y hay educadores...



En la secundaria de mi pueblo, el año pasado las alumnas habían adquirido la mala costumbre de besar los espejos para imprimirlos con las marcas de sus lápiz de labios. 
Todas las mañanas, los espejos de los baños de las mujeres amanecían llenos de "besos" colorados. 

La directora publicó un comunicado, pidiendo a todas las alumnas que se abstuvieran de imprimir besos en los espejos porque recargaba el trabajo del personal de limpieza. 

Como si nada. Los espejos seguían apareciendo llenos de marcas de pinturas de labio. 

Al final, la directora juntó a la mayor cantidad de alumnas que pudieron entrar al mismo tiempo en el baño de mujeres, y les explicó que quería mostrarles lo difícil que era para el personal de limpieza eliminar esas marcas todos los días. Le pidió a la señora de la limpieza que proceda con la tarea. 

La mujer de la limpieza tomó un trapo seco, lo mojó varias veces en un inodoro, lo escurrió y procedió a sacar las marcas una por una. Cada tanto volvía a mojar el trapo en otro inodoro, lo retorcía y seguía limpiando hasta que todos los espejos quedaron brillantes. 

Nunca más aparecieron marcas de labios en los espejos. 


Hay maestros y hay educadores...

martes, 28 de abril de 2015

Historia para enseñar valores. (Con guía para desarrollarla en reunión con padres)

Guia para desarrollar.

1ª- Entregar la historia de "Ayer y hoy". A los participantes.
2ª- Pedir a los participantes que digan UN valor que les parece que se refleja en la historia.
3ª- Preguntar: ¿Cómo puede ayudar esta historia a los jóvenes y su relación con los adultos.?
4ª- Lea la reflexión del final de este post, y pida que los participantes opinen alrededor de ella.
5ª- Pida que los participantes cuenten experiencias donde personas mayores sufren el desprecio de sus parientes. 
6ª- Solicite soluciones para el desprecio que vive el adulto mayor, no solo en la casa, tambien en los trabajos, en la calle y en las legislaciones. 


Ayer y hoy.



Un viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años, ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacía el alimentarse un asunto difícil.
Los guisos caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.
El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un viejo plato de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo.
Le preguntó dulcemente: ¿Qué estás haciendo?
Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un plato de madera  para vos y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos". El niño sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Reflexión: 
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben.
Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.
He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.
He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.

sábado, 24 de enero de 2015

Tu verdadero valor.

Esta historia sirve para entregarla en jornadas de capacitación docente, sobre todo cuando se trabaja con grupos de profesores, maestros o facilitadores disgustados con sus salarios, trabajos, estima, etc: 

1- Entregar la hoja con la historia, desde donde se abren comillas ("") Hasta donde se cierran. Pedir que lean en silencio. Tome el tiempo de manera que se asegure que todos la leyeron. 
2- Preguntar como se asemeja la historia con su vida, esperar participaciones voluntarias.
3-  Orientar las participaciones hacia la valía que asigna: un sindicato, un gobierno, un país a la labor docente que se realiza ¿Es justo?. 
4- Escriba los aportes en la pizarra o papel disponible, haga un cierre mencionando las ideas de todos los participantes, evite comentar usted mientras ellos lo hacen, el que dirige la actividad comenta al último.
5- Al finalizar la jornada despídase leyendo la moraleja al final de este articulo. 


-“Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa, que no tengo fueras para hacer nada. Todos me dicen que soy una calamidad, que no sirvo para nada, que no hago nada bien, que soy bastante tonto… ¿Cómo puedo mejorar?…¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”
El maestro, sin mirarle le dijo:
– “!Cuánto lo siento, pequeño saltamontes. No puedo ayudarte, porque debo resolver primero mi propio problema. Si quisieras ayudarme tú a mí, podría resolver el tema con más rapidez y luego, tal vez te pudiera ayudar.”.
– “Encantado”– titubeó el muchacho, aunque una vez más sintió que volvía a ser desvalorizado y vio sus necesidades otra vez postergadas.
– “Bien”, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique izquierdo y dándoselo al chico, agregó:
– “Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debes vender este anillo y trata de obtener por él la mayor suma posible, pero nunca aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas”
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con cierto interés, hasta que decía el precio que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, unos se reían, otros daban media vuelta hasta que un viejito le explicó que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio del anillo.
Después de ofrecer la joya a más de cien personas y abatido por su fracaso, montó en el caballo y regresó. Entró en la habitación y dijo:
– Maestro lo siento… no pude conseguir lo que me pediste. Tal vez podría conseguir dos o tres monedas de plata, aunque no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo”.
– “!Qué importante lo que dijiste, pequeño saltamontes”- contestó sonriente el maestro. “Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto daría por él. A pesar de todo lo que te ofrezca, nunca se lo vendas. Regresa aquí de nuevo con el anillo”.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo. Lo miró con lupa, lo pesó y luego le dijo:
– “Dile al maestro, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro”.
– ¿58 monedas??? Exclamó el joven.
– “Sí”- replicó el joyero- Sé que con el tiempo, podríamos obtener hasta 70, pero nunca si la venta es urgente.
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
– “Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida, pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?.
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda."


Leer por el capacitador, orientador o profesor al finalizar la actividad:

Moraleja:
A veces, evaluamos a la ligera tanto a las personas como a las cosas. A veces lo hacemos sin conocimiento de causa, creyendo conocer todo. A veces esperamos un regalo envuelto de una manera especial y al no recibirlo de esa forma, lo rechazamos mirando sólo el envoltorio y no vemos el valor del contenido. A veces, sólo a veces, respondemos con habilidad

jueves, 1 de mayo de 2014

Como usar en clases la historia: "Haré un Collage hoy."

Esta historia sirve para entregarla en jornadas de capacitación docente o con jornadas reflexivas con estudiantes.: 

1- Entregar la hoja con la historia de "Haré un collage", desde donde se abren comillas ("") Hasta donde se cierran. Pedir que lean en silencio. Tome el tiempo de manera que se asegure que todos la leyeron. 
2- Preguntar: ¿Cuál era la opinión que la gente tenia de Miki?.
3- Pedir ejemplos,¿alguna vez nos hemos sentido furiosos con alguien o por una situación frente a los demás? ¿Como lo manejamos?
4- ¿Como maneja usted sus enojos? Escriba los aportes en la pizarra o papel disponible:  haga un cierre mencionando las ideas de todos los participantes,procure la participación de todos sin dejar a uno solo sin hablar.
5- Al finalizar la jornada despídase diciendo que: empezaremos hoy mismo con nuestro collage. 


"Miki era un chico alegre, optimista y simpático. Nadie recordaba haberle visto enfadar, y daba igual lo que le dijeran, parecía incapaz de insultar a nadie. Hasta sus maestros se admiraban de su buena disposición para todo, y era tan extraño que incluso se corrió el rumor de que era debido a un secreto especial; y bastó que fuera secreto para que nadie pensara en otra cosa. Tanto preguntaban al pobre Miki, que una tarde invitó a merendar a don José Antonio, su profesor favorito. Al terminar, le animó a ver su habitación, y al abrir la puerta, el maestro quedó como paralizado, al tiempo que una gran sonrisa se dibujaba en su rostro.

¡La enorme pared del fondo era un único collage de miles de colores y formas que inundaba toda la habitación!. Era el decorado más bonito que había visto nunca.

- Algunos en el cole creen que yo nunca pienso mal de nadie -comenzó a explicar Miki-, ni que nada me molesta o que nunca quiera insultar a nadie, pero es mentira. A mí me pasa como a todo el mundo. Y antes me enfadaba mucho más que ningún niño. Sin embargo, hace años con ayuda de mis padres comencé un pequeño collage especial: en él podía utilizar todo tipo de materiales y colores, siempre que con cada pequeña pieza pudiera añadir algún mal pensamiento o acción que hubiera sabido contener.

Era verdad. El maestro se acercó y en cada una de las pequeñas piezas se podía leer en letras finísimas "tonto", "bruto", "pesado", "aburrido" y otras mil cosas negativas.

- Así que comencé a convertir todos mis malos momentos en una oportunidad de ampliar mi collage. Ahora estoy tan entusiasmado con él, que cada vez que alguien me provoca un enfado no dejo de alegrarme por tener una nueva pieza para mi dibujo.

De muchas cosas más hablaron aquel día, pero lo que el buen maestro no olvidó nunca fue cómo un simple niño le había mostrado que el secreto de un carácter alegre y optimista está en convertir los malos momentos en una oportunidad de sonreír. Sin decírselo a nadie, aquel mismo día comenzó su propio collage, y tanto recomendó aquel secreto a sus alumnos, que años después llamaron a aquel barrio de la ciudad, "El barrio de los artistas" porque cada casa contenía las magníficas obras de arte de aquellos niños optimistas."

lunes, 28 de abril de 2014

Así se presentan los objetivos de la clase.


La historia transcurre el primer día de clase cuando el nuevo profesor entra en el aula y sin tan siquiera presentarse, ni plantear los objetivos, ni el programa de su asignatura lo primero que hace es dirigirse al alumno sentado en la primera fila preguntándole su nombre.


-Me llamo Luis, maestro – Contesta el despistado alumno.

Lo segundo que hizo fue gritarle a Luis que saliera de la clase inmediatamente. El alumno lo miró con incredulidad y quiso protestar pero el maestro no le dio oportunidad.

-Cierra la puerta al salir. ¡No te quiero ver aquí! -Le gritó con autoridad.

Temblando de nervios, coraje o qué se yo, tomó sus cosas y salió sin decir una palabra sin olvidarse de dar un portazo paracerrar la puerta.

Todos nos quedamos asombrados y en completo silencio. Mientras el maestro sacaba un libro de su maletín, yo lo miraba y pensaba que era un completo idiota y que seguramente nos haría la vida imposible todo el semestre. ¡Qué tipo tan insoportable!

Finalmente tomó asiento y preguntó qué materia nos iba a dar.

¡Que ridículo! ¡Ni siquiera sabía a qué venía! Todos, al mismo tiempo sacamos nuestro horario de clases y dijimos al unísono: ¡INTRODUCCIÓN AL DERECHO!

-Muy bien. ¿Alguien tiene idea de qué se va a tratar en esta clase?

Algunos, los que querían impresionar al nuevo maestro levantaron la mano. El maestro señaló a uno de ellos quien de inmediato dijo que se trataría del estudio de las leyes.

-Muy bien. ¿Alguien sabe para qué sirven las leyes?

Varias respuestas tuvo esa pregunta. Para tener una sociedad organizada. No. Para que todos estemos obligados a cumplirlas. No. Para saber quiénes son los criminales. No... Y así, uno por uno... hasta que alguien dijo la palabra mágica que el maestro buscaba... Para que haya justicia.

-¡Ajá! Justicia. ¿Qué es la justicia?

La justicia es no permitir que se violen los derechos de los demás. -Bien, ¿qué más?... La justicia sirve para regular las conductas de las personas. -Bien, ¿qué más?... La justicia es buscar que cada persona obtenga lo que se merece.

-Bien, muchachos. Bien. Ahora díganme... ¿Ustedes creen que hice bien en sacar a su compañero del aula?

Silencio. Miradas unos a otros.

-¿Hice bien sí o no?

-¡Noooo!

-¿Cometí una injusticia?

-¡Sí!

-¿Y por qué nadie dijo nada? ¿De qué sirven las leyes, las normas y los reglamentos si no tenemos el valor de aplicarlas? Todos estamos obligados a levantar la voz cuando vemos una injusticia. Ustedes y yo. ¡Nunca se queden callados! Tras una breve pausa añadió: Que alguien vaya a buscar a Luis.

Silencio. Todos nos mirábamos con sonrisas idiotas. Alguien salió a buscar a Luis.

Esa mañana amé mi clase y admiré a  mi maestro de Introducción al Derecho.

jueves, 13 de febrero de 2014

Historia: Reunión de animales. (para trabajar docentes y estudiantes)



1º Repartir la fotocopia entre el grupo con el que se trabajará. 
2º Pedir que una persona lea en voz alta mientras los demás siguen en silencio la lectura. 
3º Permitir la lluvia de opiniones: ¿pregunte que estaba pasando en la historia?, ¿quienes eran los que movían a todos los demás animales?
¿cuál era su motivación?, ¿cuales fueron los puntos fuertes de la historia?, ¿cuales fueron los puntos débiles de la historia? ¿que les gustó más de la historia? ¿que les gustó menos de la historia?

Cuenta una historia que en una ocasión el León, el Rey de la selva, estaba muy angustiado por la cantidad de cazadores que perseguían a los animales. El León decidió reunir un ejército para defenderse de éstos.

Buscando, al primero que encontró fue a un enorme y pesado Elefante. Buenos días, majestad, saludó el elefante.

Buenos días querido Elefante.Quieres formar parte de mi ejército? le preguntó el león.

Por supuesto majestad, respondió rápidamente el elefante.

Entonces el león añadió: Tú serás nuestra gran defensa, ya que eres grande y fuerte, irás siempre por delante.

Así continuaron los dos a la búsqueda de nuevos aliados. Al poco se encontraron con el Lobo, que saludó respetuosamente: Buenos días majestad.

Muy buenos días señor Lobo, estoy preparando un ejército para defendernos de los cazadores. Querrás venir con nosotros? El elefante miró al león y le preguntó: ¿De qué nos va a servir un animal tan pequeño, comparado conmigo? ...El rey de la selva, haciendo caso omiso del comentario se dirigió de nuevo al lobo y le dijo: Tú podrás ser uno de los más feroces soldados.

El lobo aceptó sin duda alguna y los tres continuaron la marcha a la búsqueda de más soldados. De repente se encontraron con un Mono chillón y el león le formuló la misma pregunta para que formara parte de su ejército. ¿Para qué quieres a éste en nuestro ejército? no sirve para nada... comentó el lobo...Siempre será bueno distraer al enemigo, y nadie lo hará mejor que él, zanjo el león.
De allí continuaron los cuatro el camino, mientras el león comenzaba a ver cómo se iba formando su ejército. De pronto aparecieron en su paso una atemorizada Liebre y un pobre Burro que apenas podía caminar. El león se dirigió a ellos ante la incredulidad de el elefante y el lobo...los vas a reclutar, majestad? preguntaron al unísono.

Claro que sí! rugió el león. Pero...para qué? preguntó el lobo...no te das cuenta que la liebre es un animal siempre atemorizado, que siempre escapa a todo correr y que este pobre burro está tan tullido que no puede ni con su peso? Estos no nos van a ayudar en nada! Ante su asombro, el león los reclutó.

Pasaron muchas jornadas cuando finalmente llegó el día de la batalla. El Burro, sentado en un punto avanzado rebuznó bien fuerte y avisó a todos de la proximidad del enemigo. La Liebre, aprovechando su velocidad, corría llevando mensajes de uno a otro. El Mono chillón distraía a los cazadores saltando de árbol en árbol gritando como solo sabía hacerlo él. Mientras tanto, el Elefante aparecía con su trompa, rebufando hacia todos lados; detrás de él, por un lado apareció el Lobo con la espalda electrizante y enseñando los colmillos. Por el otro lado el León hizo su aparición estelar rugiendo y zarandeando su magnifica melena.

El resultado fue evidente: los cazadores huyeron tirando las armas y jurando no volver mas a la selva.

El león fue un verdadero líder, ya que consiguió trabajar con las fortalezas de los miembros de su equipo, aun cuando los demás veían claramente sus debilidades. El elefante veía muy pequeño al lobo. Estos dos no veían utilidad alguna en el mono y aun menos en la liebre y el burro.

Si consiguiéramos concentrarnos más a menudo en las cualidades y no en los defectos de aquellos que nos rodean, bien seguro que nuestra vida seria más agradable. Por el contrario es mucho más habitual hacer lo contrario, es decir, gente concentrada en los puntos desagradables de los demás, ¿no recordáis a esa persona que siempre está criticando todo y encontrando defectos a todos con los que se cruza? 

¿A que no es agradable estar con alguien así?


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Esta reflexión es para el capacitador, profesor o ponente.
Si no somos capaces de ver alguna buena cualidad en los demás, debiéramos preocuparnos, pero por nosotros mismos, ya que nos hemos podido volver tan negativos que no podemos percibir todo lo bueno que hay alrededor nuestro.

Lo negativo: ver solamente los defectos y puntos débiles de aquellos con quienes nos toca vivir o trabajar.

Lo positivo: darnos cuenta de las cualidades y puntos fuertes de los demás y aprovecharlos para beneficio de todos, contando con un equipo extraordinario.